(BRILLOTINTO vuelve a enviarnos un nuevo artículo que es el inicio de un cuaderno de notas)
Martius.
Entra en la segunda década el primer siglo del nuevo milenio y
tu en la vejez.
Por ser breve y
preciso, a tu vida la resumen y encuadran dos frases de una película de
animación*:
1)
Cuando eras niño querías ser cualquiera, menos tú
mismo.
2)
Las cosas del mundo dejaron de interesarte, y el mundo dejó
de interesarse por ti.
No crees mucho en Dios, pero cuando lo poco que admite en ti su existencia hace
acto de pensamiento, también tú, como Maestro Eckhart, le pides a Dios que te
libre de Dios.
Los hombres son una
evidencia no menos increíble, y así a bulto (tú incluido), no te inspiran más
confianza.
Hay quien teme el
vacío que pueda dejar en el mundo la muerte de Dios; a ti te asusta el hoyo que
cava sin pausa el despropósito de los hombres.
*
Iunius.
En 1939, el célebre
escritor alemán Arno Schmidt, por boca del protagonista de su novela “Momentos
de la vida de un fauno”, se hacía cruces del aumento que la población mundial
había experimentado desde el edicto de César Augusto en 15 a.C.: de cincuenta
millones a dos mil quinientos millones de habitantes (“¡cincuenta veces más!”,
exclamó), cuando, según su opinión, mil millones era la cifra que razonablemente
podía tolerarse.
Hoy, siete décadas después, dicen
que nació el ser humano siete mil millones. Es más probable que lo haya hecho en
oceánica extensión de sufrimiento que en isla de dicha.
*
Antonio Martinez
Daitano
Daitano
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