El sábado por la
tarde fui a Sant Pere de Ribes, amablemente invitado por los amigos de
corliterari, a hablar de Brañaganda, mi última novela publicada. Me
encontré con lo que ya conocía del año pasado, cuando fui a presentar Marcos
Montes: amabilidad, simpatía, calidez, y un grupo de personas inoculadas
por el gusanillo de la literatura. Pero “obras son amores, y no buenas
razones”, como dice el refrán, y hay que reseñar que la gente de corliterari se
lo curra de verdad, de modo que el escritor invitado –y me consta que así
ocurre habitualmente- se encuentra con una sala en la que no hay sillas vacías,
con una gran mayoría de personas que han leído y comprado el libro, y con un
rigor intelectual y un bagaje literario y humanístico en las intervenciones que
lo sitúan por encima de los habituales análisis y comentarios en presentaciones
y clubes de lectura.
Este escribidor
recién llegado al mundo editorial, este currante de la literatura, oyó cosas
muy agradables, muy estimulantes acerca de su obra, desde la introducción, nada
tópica que hizo Joan Carles Borrego, hasta el calado y la capacidad de
penetración de algunas de las preguntas y comentarios que se pudieron oír a lo
largo del debate. Dicen que de las críticas favorables no se aprende nada, pero
os puedo asegurar que el sábado yo aprendí unas cuantas cosas, o más bien las
fui descubriendo a lo largo de aquellas dos horas de debate con mis lectores, y
que en adelante tendré más recursos a la hora de comentar esta novela y de
contestar a las preguntas o críticas que en torno a ella puedan surgir.
No creo exagerar –lo
mismo opinan algunas personas que me acompañaban- si digo que el encuentro tuvo
algo de mágico, de emotivo, de inspirado, con un ambiente distendido, cómplice
y al mismo tiempo intelectualmente estimulante, que empezó en el momento en que
tres manos se levantaron simultáneamente, como impulsadas por un resorte,
cuando todavía se estaban pronunciando las palabras protocolarias para abrir el
turno de preguntas, fue ganando intensidad y entrando en calor a medida que el
espacio arquitectónico –ajeno a la pasión por la literatura- se enfriaba, y se
acabó, cerrado de común acuerdo, en el momento en que nos daban las nueve y la
cosa corría riesgo de empezar a repetirse o decaer.
De toda aquella
velada me quedo con una frase, con la que al parecer alguien del corliterari me
ha definido: “uno de los nuestros que ha tenido suerte”. Me gustó esa frase, no
porque yo sea estrictamente “uno de los nuestros”, pues yo era un lobo
solitario que trabajaba desde el silencio y la soledad de mi habitación, no
porque no haya tenido suerte, que sí que la he tenido y considero que es uno de
los ingredientes imprescindibles de mi –siempre relativo- éxito, sino porque
significa que voy a ser tratado de igual a igual, con naturalidad y, en
definitiva, con afecto.
David Monteagudo
2 comentarios:
Querido David, la frase no fue "Uno de los nuestros que ha tenido suerte", sino "Es una alegría para todos los escritores aficionados que uno de los nuestros se haya convertido en autor profesional." Lo recuerdo muy bien, porque yo mismo la pronuncié. Claro que la suerte existe y bienvenida sea, pero nunca busca a quien no la haya conquistado, como has hecho tú.
Gracias por tu libro y por la inolvidable reunión del sábado.
Jose Maria Alvarez
Para los "lletraferits" de CorLiterari es un placer poder tener un autor como David Monteagudo a quien hemos seguido desde el principio y que se presta a venir a nuestras tertulias con naturalidad, sencillez e inteligencia.
Tertulia como la del sábado justifican los esfuerzos que se hacen para mantener un espacio como el de CorLiterari.
Gracias, David, por ser "uno de los nuestros" y por tu trabajo que nos permitirá muchas tardes memorables.
J. Ruiz
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