martes, 9 de octubre de 2012

Antonio Martínez Juárez en El Retiro


El miércoles pasado se inauguró la nueva temporada de la velada literaria de Magda Altabella en El Retiro de Sitges con un extraordinario recital de Antonio Martínez Juárez, Daitano, a quien seguro que todos desearíamos ver más a menudo en nuestras tertulias de Cor Literari.

En esta ocasión, Antonio decidió dedicar su recital a un tema muy original: las relaciones entre poesía y cine. A través de un trabajo de investigación minucioso y difícil, reunió fragmentos de grandes poetas donde se hacía referencia a películas. A veces, el poema entero. A veces, una simple frase o palabra.

Pero lo mejor de su actuación fueron sus propios versos, y sobre todo, el asombroso poema ESCRITO SOBRE EL VIENTO, un verdadero 'tour de force' construido enlazando cientos de títulos de películas para formar un texto evocador, profundo y de gran belleza.

A continuación presentamos este poema como recuerdo de una velada tan especial

 

 
Qué bello fue vivir en el planeta prohibido,

al este del Edén; cabalgar juntos

por senderos de gloria

hacia horizontes lejanos, perdidos

más allá de la duda, más allá del amor;

oír de boca del hombre tranquilo

la historia más grande jamás contada

bajo el crepúsculo de los dioses;

gustar del dulce sabor del éxito,

de las raíces profundas del árbol de la vida

junto al manantial de la doncella;

leer con la vida en un hilo,

frente a las nieves del Kilimanjaro,

la carta de una desconocida;

alcanzar el séptimo cielo

sobre Berlín y sentir el vértigo

de los ángeles del infierno en las nubes,

la pasión de los fuertes

en los ojos de la mujer pantera,

el sabor de las fresas salvajes

en el festín de Babette...

Que bello fue vivir,

hijos de un dios menor,

jugando con el tambor de hojalata,

con trenes rigurosamente vigilados

que cruzaban la jungla de asfalto

de una tierra sin pan camino de Perdición;

ángeles con caras sucias,

mensajeros del miedo

solos en la oscuridad,

fotógrafos del pánico,

príncipes de las tinieblas,

niños del Brasil, olvidados

en la senda tenebrosa de malas calles,

santos inocentes,

falsos culpables

de un crimen perfecto,

sospechosos habituales

de delitos y faltas

que sólo el cielo lo sabe;                                                            

hidalgos de los mares,

temibles burlones,

piratas, vikingos, bucaneros,

hermanos corsos,

náufragos todos en la isla del tesoro,

qué bello fue vivir en la penumbra

del Paradiso -último refugio-

como fantasmas de una noche en la opera;

forajidos sin leyenda, capitanes intrépidos,

zorros del desierto camino de Santa Fe,

de Casablanca, de Veracruz…

hasta el mismísimo centro de la Tierra:

veinte mil leguas de un viaje alucinante

en la última noche del Titanic,

al final de la escapada,

enamorados de una cara con ángel,

de la pícara colegiala,

de la chica con la maleta,

de la mujer del cuadro,

de Esmeralda la zíngara,

de Laura, de Scherezade,

de la condesa descalza,

de la reina de Saba y el Chantecler,

de Anita en la fontana de Trevi,

del callejón sin salida que fue Norma Jean

donde perdimos –reyes del juego-

la edad de la inocencia a la baraja,

entre licántropos y vampiros,

momias y el monstruo de Frankestein;

traidores en el infierno,

conjurados con Acab en la noche del cazador

para resolver al enigma de otro mundo

y descubrir qué grande era ser joven

viendo con Lolita la última película,

dándole un beso antes de morir…

Au revoir, les enfants, adios, muchachos,

caballeros sin espada, lanceros bengalíes,

centauros del desierto, ángeles del infierno,

grupo salvaje, cautivos del mal, encadenados

en los mejores años de nuestra vida,

ya en la senda de los elefantes,

con la muerte en los talones,

a pesar de lo que el viento se llevó,

de las largas vacaciones del 36,

del diablo de las armas

y el pánico en las calles,

del paseo por una guerra antigua,

del gran dictador y el verdugo,

de esta tierra mía de penumbra y faraones,

del luto y las amargas lágrimas de la tía Tula,

de la parada de los monstruos

y los cuatrocientos(mil) golpes,

de las uvas de la ira y la sed de mal,

del río de sangre y el salario del miedo,

del día más largo y de Hiroshima, mon amour,

de la invasión de los ladrones de cuerpos

y la noche de los muertos vivientes…

¡Qué bello fue vivir de aquí a la eternidad

la gran ilusión de cantar bajo la lluvia

con la cara tiznada como el cantor de Jazz.

***
Antonio Martinez
Daitano


 

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