jueves, 7 de abril de 2011

Rolando Villazón, recital en el Gran Teatre del Liceu, 4-4- 2011,

El domingo, 4 de abril, un grupo de miembros de Cor Literari asistimos al recital que dio Rolando Villazón en el Liceu. Hace tiempo que seguimos con mucho interés a la nueva "hornada" de solistas de la ópera: Villazón, Álvarez, Jonas Kaufmann, Florez... y entre ellas: Angela Gheorgiu, Anna Netrebko, Diana Damrau...
Había expectativa por ver a Villazón, máxime tras sus problemas de salud. El esfuerzo valió la pena pues tuvimos la suerte de asistir a uno de esos recitales que hacen época. El programa que un principio era difícil y con pocas concesiones a la comercialidad, resultó ser una vía excelente para que Villazón demostrara su maestría y que su voz está en un momento óptimo.
Fue una tarde memorable, disfrutamos y nos emocionamos con la voz del divo y con su capacidad para comunicarse con un público que pronto tuvo en el bolsillo. Sus bises fueron la apoteosis, para acabar con "Roso".
Reproducimos la crítica de Roger Alier en La Vanguardia.

ROGER ALIER

Después de sus actuaciones en el Liceu de hace algunos años, Rolando Villazón se ganó un público adicto que gozó con él, sufrió con sus problemas vocales y con su operación y se ha sentido reconfortado al presenciar su triunfal regreso en el recital que le ha incluido el Liceu en la temporada. Muchos se preguntaban si el tenor habría perdido la voz en el proceso, y felizmente podemos asegurar que no es así. La voz es bella, el cantante tiene el mismo entusiasmo escénico de antaño y se metió al público del Liceu de nuevo en el bolsillo con un recital muy logrado que le valió largos aplausos, incluyendo un buen cuarto de hora final.

De su voz puede decirse que es la misma de siempre, sólo que Villazón ahora controla con más cuidado el torrente vocal de antaño; ha regresado a su nivel de tenor lírico, y no empuja la voz en los pasajes agudos (típico del tenor spinto) por lo que en las dos piezas más exigentes, las de Adriana Lecouvreur, dosificó inteligentemente la emisión y por otra parte, aquí y en todo el recital, hizo gala de una capacidad inmensa de fiato, o sea, de respiración, alargando a veces las frases finales de un modo impresionante, algo que el público agradeció ruidosamente y sin embargo sin estallar antes de que acabara, propio de un público culto.

Comenzó el recital con arias de Mozart para las que lució un elegante estilo que no era novedad en él, pero que diríamos que lo ha depurado todavía más, como se pudo notar en el aria Il mio tesoro, de Don Giovanni y en la última aria de concierto, Aura che intorno spiro, K. 431, que le valió la primera gran ovación. En la segunda parte estuvo inmenso en el aria Angelo casto e bel, de Il duca d´Alba, de Donizetti y en la de Luisa Miller, de Verdi. Divertido, simpático y siempre en movimiento, nos ofreció como bises una canción mexicana, pero en realidad cantó Una furtiva lagrima con aquel aplomo que le caracteriza (y una pequeña trampa: en la última frase dijo dos veces "morir d´amor", en lugar de una, porque sabía que la frase causaría más impacto así). Y después de una pieza de zarzuela supo emocionar aún más al público con la canción Rosó, de la zarzuela catalana Pel teu amor (Ribas), cantando en un catalán fonéticamente muy bueno (mejor que la otra vez que la cantó) y con su entrega habitual. La orquesta del Liceu, dirigida por Guerassim Voronkov (sustituyendo a Hofstetter, por una enfermedad de este) sonó mejor que en estos últimos días y ARCHIVO en el Intermezzo de Cavalleria obtuvo los aplausos que le negó el público del otro día. El tenor limita evidentemente sus esfuerzos más allá de lo razonable y después de prolongados saludos se llevó a varios músicos de la orquesta para que quedase claro que el recital había terminado.

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