martes, 24 de junio de 2008

La dificultad del poeta para hacerse oír

La creación es un acto de comunicación y como tal no estará completo hasta que llegue al receptor y éste haga su interpretación. En el caso de la poesía, el lector y sobre todo el oyente, pues es en el recital donde el poeta acostumbra a sentirse más cómodo. Es en esa distancia corta, donde el oyente es cómplice y testigo del fluir de las palabras, de los sentimientos y las emociones. Pero, ¿por qué el poeta tiene tantas dificultades para hacerse oír?, ¿porqué ni siquiera en los ambientes literarios se le deja espacio para que el poeta se exprese y se de noticia de su obra? Es frecuente ver programas y tertulias dedicados a libros y crítica literaria en la que la palabrería fácil es una constante, donde la noticia es el libro que lee tal o cual personaje en vez de la obra en si y su autor. Y en estos actos es bastante raro que se hable de poetas y poesía, que se lean poemas, excepto que hayan pasado a una vida mejor y en ese caso si surgen los homenajes y el reconocimiento. Quizás porque con el reconocimiento del poeta fallecido quieran dar muestras de su cultura sobre poesía; y así nuevamente se le usurpa al poeta su voz y valía para ser una excusa del autobombo del tertuliano o periodista de turno. Si se calla el cantor calla la vida porque la vida misma es todo un canto. Si se calla el cantor muere de espanto la esperanza, la luz y la alegría. Si se calla el cantor se quedan solos los humildes gorriones de los diarios. Los obreros del puerto se persignan, quien habrá de luchar por sus salarios. Qué ha de ser de la vida si el que canta, no levanta su voz en las tribunas, por el que sufre, por el que no hay ninguna razón que lo condene a andar sin manta. Si se calla el cantor muere la rosa, de qué sirve la rosa sin el canto. Debe el canto ser luz sobre los campos, iluminando siempre a los de abajo. Que no calle el cantor porque el silencio, cobarde apaña la maldad que oprime. No saben los cantores de agachadas, no callarán jamás de frente al crimen. Que se levanten todas las banderas, cuando el cantor se plante con su grito, que mil guitarras desangren en la noche, una inmortal canción al infinito. (Horacio Guarany) José Ruiz Dugo

1 comentario:

Anónimo dijo...

La poesía, como el fumar en pipa, requiere un tempus lento donde el acto de leer o escuchar no sea complemento o supeditación a cualquier otra cuestión. La naturaleza indagadora y algo taumatúrgica del poema, reclama toda la atención del lector o el escuchante, y no son éstos precisamente tiempos de aplicación en lo inefable. La comida, el amor, la información... todo ha de ser rápido y previamente masticado.
Para el receptor, hoy la poesía cansa, asusta, desconcierta. No se lleva.Y sin embargo, según los editores, nunca se escribió tanta. Hay más necesidad de expresión que de recepción; más náufragos que auxilio. Aunque a veces la dificultad del poeta para hacerse oir la aporta él mismo, algunas veces con su poca exigencia en la elaboración del poema, otras en su incapacidad para transmitirlo. Después está el mercado, ah el mercado...