Don Paco Candel (es hora ya de otorgarle el respetuoso tratamiento que se merece, más allá de la cercanía que inspiraba su carácter y su actitud ante la vida), fue un hombre bueno que hablaba bajito y claro, y un escritor que dignificó las aspiraciones literarias de mucho joven de humilde bagaje cultural. Don Paco Candel fue uno de los nuestros: emigrante, obrero, tuberculoso y escritor furtivo. Su libro Hay una juventud que aguarda alentó a no pocos de nosotros a poner, negro sobre blanco, nuestras más íntimas inquietudes. Y es que Don Paco Candel tenía la escritura elemental y honda de los seres talentosos que leyeron y soñaron más que estudiaron, sabedor de que la literatura es una dama generosa y apasionada que se besa con todos, a cambio de las cavilaciones que te estremecen cuando miras el mundo. La mirada de Don Paco Candel tenía el sabio estrabismo del que sabe considerar, de un vistazo, posiciones opuestas, y la tierna y solidaria fiereza que brilla en los ojos de los perros apaleados.
Le debemos tanto tantos a ese otro -y mismo- catalán...
Su desaparición me trae a las mientes la frase que, por repetirla frente a cualquier acontecimiento, dio nombre a uno de sus personajes, el Nolontiendo. Yo tampoco entiendo la muerte, tu muerte, Don Paco, padre, hermano, company...
Antonio Martínez Juárez,
24 NOV. 2007
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